Domingo de Ramos.

Los feligreses acudan a la iglesia con ramitas de palmas que se bendicen. Al finalizar la misa, los asistentes pueden llevarse las ramitas a casa para colocarlas en algún lugar del su hogar; las que se quedan en la Iglesia, son incineradas y las cenizas de éstas se utilizan el miércoles de ceniza del siguiente año.

En la época en que Jesús vivió, se acostumbraba recibir a los reyes y soberanos con palmas y ramos para demostrarles el aprecio del pueblo por ellos, así pasó cuando Jesús entro a Jerusalén.

De este mismo hecho se desprende la tradición de las alfombras de flores, aserrín o frutas que se elaboran por los feligreses para el paso de las diferentes procesiones por las calles. También se levaron en los altares de velación.

Hoy, El papa Benedicto XVI, frente a una multitud en la misa al aire libre del Domingo de Ramos, alabó los logros tecnológicos de la humanidad pero lamentó que sus crecientes habilidades también pueden usarse para el mal.
Blandiendo hojas de palmas y ramas de olivo -símbolos de paz- turistas, peregrinos y romanos llenaron la Plaza de San Pedro, un día soleado y con brisa que marca el inicio de las ceremonias de la Semana Santa. Cuando comenzó la ceremonia, la plaza estaba casi llena, pero al final la multitud se desbordaba hacia una calle que desemboca en el río Tíber.

La liturgia del Domingo de Ramos conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y la homilía de Benedicto XVI habló sobre cómo los triunfos humanos también son templados por el egoísmo y la maldad. -ENH

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