Tras la condena unánime de la comunidad internacional del baño de sangre en Egipto, en Nueva York, los 15 países del Consejo de Seguridad pidieron el jueves a los diferentes actores un "máximo de contención".
Los Hermanos Musulmanes han convocado nuevas manifestaciones tras la oración tradicional de los viernes, que hace temer una nueva jornada de violencia en el país que se encuentra en estado de emergencia.
"Las manifestaciones contra el golpe de Estado mañana (viernes) saldrán de todas las mezquitas de El Cairo y se dirigirán hacia la plaza Ramses tras la oración por un "viernes de la cólera'", precisó el portavoz de la cofradía islamista, Gehad El Haddad, en su cuenta Twitter.
Estados Unidos canceló, por su parte, los ejercicios militares conjuntos y aconsejó a sus nacionales que abandonen el país, aunque no ha interrumpido la ayuda militar anual --unos 1.500 millones de dólares-- que va en su mayor parte al poderoso ejército de su gran aliado.
No obstante, las autoridades estadounidenses se reservan la posibilidad de adoptar "medidas adicionales", advirtió el presidente Barack Obama, que condenó "enérgicamente las medidas adoptadas por el gobierno interino egipcio", como la reinstauración del estado de emergencia.
La presidencia egipcia reaccionó inmediatamente y criticó las "declaraciones que no se basan en hechos", y que en su opinión, amenazan con "alentar a los grupos armados violentos".
Lejos de tratar de calmar la situación, las autoridades egipcias, designadas por el ejército, han autorizado a la policía a disparar balas reales contra los manifestantes que ataquen bienes públicos o a las fuerzas del orden.
El ministerio del Interior hizo este anuncio a raíz del ataque contra la sede de la provincia de Guiza en las afueras de El Cairo y la muerte de nueve policías y militares, cuya autoría fue atribuida a "islamistas".
El gobierno había elogiado la "gran moderación" de la policía tras la dispersión del miércoles de los dos campamentos erigidos en El Cario por partidarios del primer presidente democráticamente electo Mohamed Mursi, destituido el 3 de julio por el ejército, y la violencia que se propagó después por todo el país.
Según el último balance del ministerio de Salud, 578 personas perdieron la vida, de ellas 535 civiles, en el día más sangriento desde el inicio de la revuelta que expulsó del poder a Hosni Mubarak, en febrero de 2011.
Según el ministerio, 228 personas murieron en la plaza Rabaa al Adawiya, principal fuerte islamista y otros 90 murieron en otro foco de resistencia, también en El Cairo. Según las autoridades, 43 policías han muerto.
Los Hermanos Musulmanes hablan por su parte de 2.200 muertos y más de 10.000 heridos.
Las autoridades han decretado estado de emergencia por un mes y hay toque de queda en la mitad del país entre las 19H00 (17h00 GMT) y las 06H00 (04H00 GMT). La suspensión del estado de emergencia fue un logro de la revuelta de 2011.
Por su parte, Tamarrod, el movimiento que promovió las gigantescas manifestaciones que llevaron a la destitución de Mursi, instó a los egipcios a que creen "comités populares" para defender al país contra lo que denominan "terrorismo" de los Hermanos Musulmanes, el movimiento de Mursi.
Varias figuras emblemáticas egipcias se desmarcaron de la sangrienta operación de las fuerzas de seguridad.
El vicepresidente Mohamed ElBaradei, premio Nobel de la Paz, que había aprobado el golpe militar contra Mursi, dimitió asegurando que rechaza "asumir decisiones con las que no está de acuerdo".
También el imán de Al Azhar, la mayor autoridad del islam sunita, condenó la violencia y explicó que ignoraba los métodos que las fuerzas de seguridad contemplaban utilizar.