Londres pidió a ‘The Guardian’ destruir datos del ‘caso Snowden’

(EP) - El editor de The Guardian, Alan Rusbridger, ha revelado en su editorial que altos cargos del Gobierno de David Cameron le exigieron que destruyera o entregara los documentos filtrados por el exagente de Inteligencia de Estados Unidos, Edward Snowden. Estas declaraciones las ha revelado el mismo día en el que el Gobierno de Obama ha reconocido no estar implicado en el arresto de David Miranda, el novio del periodista del diario birtánico que destapó el 'caso Snowden', Glenn Greenwald.

"Hace unos dos meses, altos cargos del Gobierno contactaron conmigo, asegurando que representaban el punto de vista del primer ministro. Después vinieron dos reuniones en las que me exigieron que entregara o destruyera todo el material sobre el que estábamos trabajando. Me dijeron: entregad el material de Snowden o destruidlo. Entonces les expliqué que, si lo hacíamos, no podríamos seguir investigando e informando. Parecían desconcertados. 'Ya habéis tenido vuestro debate, no hay necesidad de escribir nada más'', ha señalado Rusbridger.

El editor ha indicado que durante una de estas reuniones preguntó directamente si, en caso de que The Guardian no accediera a dicha petición, estaban dispuestos a acudir a la vía judicial. "Los funcionarios confirmaron que esa era exactamente la intención del Gobierno", ha apuntado. "Entonces, les expliqué la naturaleza de la colaboración internacional entre periodistas y del modo en que actualmente se aprovechan las empresas mediáticas de los ambientes legales más permisivos. Sin rodeos: no tenemos por qué informar desde Londres", ha señalado. Rusbridger ha recordado que permanecieron inmóviles y que "entonces tuvo lugar uno de los momentos más bizarros de la larga historia de The Guardian''. "Dos expertos en seguridad (de los servicios de Inteligencia británicos) supervisaron la destrucción de los discos duros del sótano para asegurarse de que no había ningún bit de interés para los agentes chinos', ha aseverado.

Rusbridger ha adelantado que van a seguir haciendo "un paciente y minucioso informe sobre los documentos de Snowden, solo que no lo haremos en Londres". "El Estado que se está erigiendo en un formidable aparato de vigilancia hará todo lo posible para evitar que los periodistas informen de ello. Muchos periodistas ya lo han visto, pero me pregunto cuántos han entendido el peligro que supone una vigilancia total. Todavía no estamos ahí, pero puede que no tardemos mucho en que sea imposible tener fuentes confidenciales", ha alertado.

Respecto a la retención de Miranda en el aeropuerto londinense de Heathrow el portavoz de la Casa Blanca, John Earnest ha asegurado que "fue una decisión que tomaron ellos mismos [Reino Unido], y no por una solicitud de Estados Unidos". “Era algo que se hizo específicamente por los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley británica”.

La explicación de la Casa Blanca contrasta con la actitud de Downing Street, que se negó a responder a la preguntas sobre la detención bajo la excusa de que se trataba de una cuestión operativa. El portavoz del primer ministro británico ha señalado que “el Gobierno toma todas las medidas necesarias para proteger al público de las personas que representan una amenaza para la seguridad nacional”.

El supervisor independiente de la legislación antiterrorista del Reino Unido, David Anderson, ha descrito la detención como “inusual” y ha señalado que “la decisión de la proporcionalidad de la retención no fue decisión última de la policía”. Anoche, la policía metropolitana, que tiene previsto reunirse hoy con Anderson, emitió un comunicado en el que dijo que la detención fue “un procedimiento dentro de la legalidad”. "Al igual que con cualquier poder, es importante que se utilice adecuada y proporcionalmente. Hay una serie de medidas de seguridad para garantizar que así sea”, señalaba.

Miranda, de nacionalidad brasileña que vive con Greenwald en Río de Janeiro, ha señalado que durante sus nueve horas de detención - el tiempo máximo permitido por el artículo 7 de la Ley de Terrorismo de 2000- le trataron como si él fuese un criminal. “Me amenazaban todo el tiempo y me decían que me meterían si no cooperaba. Me trataron como si yo fuera un criminal o alguien a punto de atacar al Reino Unido... Era agotador y frustrante, pero yo sabía que no había hecho nada malo”. Ha señalado que fue interrogado por seis agentes sobre su “vida entera”.

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