Foto: carlospaezvilaro.com.uy |
(PD
BLOG) En 1972 el mundo entero dirigía su mirada hacia el extremo sur de
América. En medio de la Cordillera de los Andes, un avión plagado
de jovencitos uruguayos, había caído. Y con la naturaleza trágica
del hecho, el mundo también creyó que ninguno había sobrevivido.
Sin embargo, un padre, conocido como “el
padre
loco, que busca al
cabro perdido”,
cuyo hijo estaba en ese avión, vivió durante 72 días aferrado a la
idea de que su hijo sí estaba con vida, que el hilo que los mantenía
comunicados era la luna. Ese padre era nada menos, que el valioso y
talentoso pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró.
Dueño
de una vida que pocos tienen el lujo de vivir, Páez Vilaró ha
fallecido hoy, 24 de Febrero a los 90 años, dejando para quienes lo conocieron y
admiraron un legado de amor y pasión por el arte, por el candombe y
por el mundo entero. Su última aparición pública fué hace una
semana, en el Desfile de Llamadas, la expresión perfecta de su amor
por la cultura afro-uruguaya.
Supo
ser amigo de Salvador Dalí, de Pablo Picasso y vivir junto al Dr.
Albert Schweitzer en el leprosario de Lambaréné.
Sus
obras adornarán por siempre los tamboriles del barrio Sur, en
Montevideo, Uruguay. La ponderada Casapueblo que construyó con sus
propias manos, para que viajeros del mundo se deleitaran con la mejor
vista que el país tiene para regalarles; es de entre sus obras de
arte, la herencia más sobresaliente que deja.
Pero
por sobre todas las cosas, Uruguay y el mundo entero lo recordarán,
por el el hombre que recorrió un continente buscando a un hijo hasta
encontrarlo.