La decisión del tribunal de Lüneburgo (norte de Alemania), leída por su presidente Franz Kompisch, es ligeramente superior a la pena de tres años y medio de prisión requerida el 7 de julio por la fiscalía. El acusado se exponía a entre 3 y 15 años de prisión.
Sin embargo, es probable que el procesado no llegue a ingresar en prisión, debido a su precario estado de salud, una cuestión que corresponde evaluar a la fiscalía.
La defensa había solicitado la absolución de Gröning, quien a lo largo del juicio admitió su "complicidad moral" en las muertes de Auschwitz, pidió perdón a los supervivientes y familiares de las víctimas y lamentó no haber actuado en consecuencia ante unos crímenes de los que fue perfectamente consciente. Aunque se excusó en varias ocasiones, su defensa pidió la absolución, considerando que no había "favorecido de ninguna forma el Holocausto, al menos de una forma pertinente sobre el plano penal".
Los cargos contra Gröning se sustentaban en dos puntos: por un lado, se le acusaba de haber "ayudado al régimen nazi a obtener beneficios económicos de los asesinatos en masa", al enviar dinero de los deportados a Berlín, y por otro, de haber ayudado al menos en tres ocasiones en la "selección", separando a los deportados juzgados aptos para el trabajo de aquellos que iban a ser inmediatamente asesinados.
EL CONTADOR
Gröning había ingresado con veinte años en las Waffen-SS, en 1941, y dos años después empezó a servir en Auschwitz, donde asumió la misión de incautarse del dinero, el equipaje y demás pertenencias de los deportados que llegaban al más mortífero campo de exterminio del nazismo, en la Polonia ocupada.
Contribuyó desde esa posición a financiar al III Reich, ya que se encargaba de las transferencias de esos bienes a Berlín, y fue cómplice del exterminio nazi, cuya aplicación discurría ante sus ojos.
En tres ocasiones se le destinó a trabajar junto a la llamada rampa de la muerte, pero según su testimonio no participó en la selección de presos a los que se destinaba a trabajos forzosos o los que iban directamente a la cámara de gas, por no ser aptos para el trabajo.
La acusación se centró en su papel en la llamada "Operación Hungría", de mediados de 1944, cuando llegaron a Auschwitz alrededor de 450.000 judíos, de los cuales unos 300.000 murieron asesinados.
JUICIOS TARDÍOS
A diferencia de otros exponentes de justicia tardía por crímenes del nazismo -el más inmediato, el del ucraniano John Demjanjuk, condenado en 2011 a cinco años de cárcel- Gröning cooperó en el juicio con amplias declaraciones sobre el día a día de Auschwitz y su papel en la burocratizada maquinaria de exterminio.
Su relato estuvo acompañado por testimonios de los supervivientes que siguieron el juicio, tanto relativos a los experimentos humanos del médico Josef Mengele o a cómo se llevaban a cabo las operaciones de selección, gaseado e incineración de las víctimas.
Gröning acudió al juicio auxiliado de un andador, en un proceso dificultado por varias interrupciones por enfermedad del acusado y marcado por la confrontación entre el acusado y la reacción de los supervivientes o familiares de las víctimas.
En la apertura del juicio, en abril, pidió perdón a las víctimas, a lo que siguió el gesto de una testigo, Eva Kor, de 81 años, que tendió la mano al procesado, lo que desató las protestas de algunos representantes de la acusación particular.
Años antes de ser juzgado por la justicia, este antiguo voluntario en las Waffen SS, narró su experiencia de dos años en Auschwitz, de 1942 a 1944, en un libro de memorias destinado a sus familiares, y posteriormente en largas entrevistas con el objetivo de "luchar contra el negacionismo".
"Auschwitz es un lugar en el que nadie debería haber participado", declaró ayer con voz temblorosa el nonagenario, haciendo suya la frase de uno de los representantes de las víctimas.
A Gröning, quien tras la caída del nazismo pasó por un campo de internamiento británico y luego volvió a la vida civil como contador en una fábrica de vidrio, se le había abierto sumario en 1977, pero quedó sobreseído en 1988.
Llevar ahora Gröning ante un tribunal, 70 años después del fin de la II Guerra Mundial, fue posible gracias al instruido contra Demjanjuk, quien murió pocos meses después de escuchar sentencia en una residencia de ancianos.
Con su condena se creó jurisprudencia para juzgar por crímenes de guerra no solo a quienes intervinieron directamente en éstos, sino también a los cómplices de la maquinaria nazi, lo que abrió la puerta a acusaciones formales contra casos similares.
Varios de esos procesos contra "cómplices de Auschwitz" quedaron sobreseídos, por no estar en condiciones los imputados de asistir a un juicio, o se cerraron con sentencias simbólicas contra otros nonagenarios.
Desde Jerusalén, el centro Simon Wiesenthal, instituido en memoria del caza-nazis austríaco, se elogió la sentencia, por considerar que "animará" a las autoridades alemanas a llevar adelante otros casos similares, por encima de las dificultades que lleva implícita la ejecución de la justicia tardía.