
Lamentablemente, el incremento en la actividad cerebral es temporal, lo que significa que poco tiempo después de remover la estimulación (en este caso la película en 3D), los niveles regresan a la normalidad.
En otras palabras, ver una película en 3D es muy parecido a ingerir una bebida energizante. Según la investigación de Fagan y Walker, cuando el cerebro está en dicho estado es más fácil que recolecte información. En el caso estudiado, la audiencia aumentó sus habilidades cognitivas 23%, mientras que el grupo que vio las películas en 2D sólo aumentó 11%.
Aunque aún es difícil aplicar esta información a nuestra vida diaria, pagar por una película en 3D realmente vale la pena, pues el nivel de emoción que se experimenta durante la función es mayor al de una proyección sin esta tecnología.