Murphy publicó allí una columna en la que cita a Matt Bissonnette, un ex SEAL que participó en la operación que dio muerte al enemigo público N°1 de Estados Unidos, y que su libro "No Easy Day" (Un Día Nada Fácil) describió de esta manera: "En su agonía (Bin Laden) seguía retorciéndose y convulsionando. Otro agente de asalto y yo apuntamos nuestros láseres a su pecho y disparamos varias rondas. Las balas golpearon en él, azotando su cuerpo contra el suelo hasta que quedó inmóvil".
Según Murphy, esa es una descripción más bien mesurada y cortés de lo que ocurrió y del estado imaginable en que quedó el cuerpo de Bin Laden.
Y el problema –sostiene Murphy- no es que las imágenes del cuerpo de Bin Laden lo muestren convertido en un "queso suizo", sino que evidencien que este tipo de comportamiento se ha convertido en un procedimiento operativo estándar en las unidades militares de asalto.
Divulgar las fotos de Bin Laden –dice Murphy- sería mostrar al mundo un cuerpo repleto de una cantidad injustificable de balas.
Las imágenes serían susceptibles de generar un escándalo internacional e investigaciones que podrían alcanzar otras operaciones de Estados Unidos.
Ese riesgo, para muchos, es mejor enterrarlo tan secretamente como se hizo con el cuerpo de Bin Laden.