(PD BLOG) - Se sabía que el partido en la casa del Celta sería complicado para el Barcelona, y más recordando que este equipo se llevó tres puntos del Camp Nou, pero lo que no se imaginó fue que el equipo dirigido por Luis Enrique presentaría una imagen penosa.
El Celta saldría con una actitud positiva, feroz y valiente, consiguiendo en los primeros 15 minutos dominar el partido, llegando al punto de que el equipo culé no podía hacer nada más que ver el balón rodar. Nolito, exjugador del Barcelona, era una fiera por la banda derecha que Dani Alves no lograba defender. Los jugadores blaugranas estaban ahogados y sin un rumbo claro.
Posteriormente Rafinha intentó corregir la situación, pero no lograba mostrar el nivel necesario en su antiguo campo. Iniesta estaba perdido, sin rumbo ni sentido. Messi empezó a aparecer, bajando hasta el mediocentro para intentar conectarse con un Neymar que no entró al campo nunca y un Suárez que estaba bloqueado hasta mas no poder. Se veía una perspectiva oscura para los culés que buscaban asegurar el liderato "cómodo" de cuatro puntos una jornada más.
Mientras tanto, los locales seguían ejerciendo presión pero que no llegaban a nada gracias a actuaciones brillantes de Piqué, Busquets, Bravo y Mathieu (Adriano planteó muchas dudas). Porque tanta pena dio Alves, que Bravo arriesgó un posible penal para evitar lo que era una ocasión clara de gol, por ejemplo. Por otro lado, Orellana, Nolito y compañía seguían siendo un dolor de cabeza hasta que terminó la primera parte, milagrosamente, en 0-0.
La segunda parte sería mejor para el conjunto visitante, puesto a que el Celta ofrecería más espacios y un cansancio inevitable. Sin embargo, el Barcelona seguía presentando un problema grave de descontrol total. Luis Enrique decidió no hacer cambios, esperanzado de que su equipo lograría algo, pero no fue así. Llegaría un gol anulado a Neymar, que en mi opinión, el brasileño no estaba en fuera de juego. Esta acción, al parecer, hizo que el equipo reaccionara, pero necesitaba un ingrediente más.
Para conseguir un poco de calma, entró Xavi Hernández, que a sus 35 años consiguió ser "el mejor del partido" para algunos. La jugada del gol llegaría precisamente en un balón parado, ejecutado perfectamente por el español, para que Mathieu le diera la calma al equipo y a millones de aficionados. Nuevamente marcaba el central francés, quién le daría tres puntos al líder de la Liga. Quedaban menor de 20 minutos para la reacción del Celta, pero no pudieron conseguir el empate por las actuaciones impecables de la defensiva culé (concretamente las de Piqué), pero especialmente el corte espléndido de Busquets en los últimos minutos que le delvería el aliento a más de uno y así terminaría el encuentro.