
Lo irónico es que las petroleras se aprovechan del cambio climático para buscar más petróleo que generará aún más cambio climático. Así amenazan a las personas y las especies, entre ellas el oso polar, el zorro ártico o la morsa, que habitan en uno de los últimos espacios vírgenes de nuestro planeta. Además, la probabilidad de un accidente grave en la exploración petrolífera se estima del 20%. Las consecuencias ambientales serían mucho más graves que en mares más cálidos como el golfo de México y ni siquiera se conoce un método para recuperar petróleo en el Ártico.
Por ello Greenpeace demanda que las actividades industriales
queden fuera del Ártico y que se prohíba la exploración y extracción
petrolífera en esa zona tan frágil. Greenpeace ha lanzado una campaña en más de 40 países para
solicitar que el Alto Ártico sea protegido y reconocido como patrimonio
de la Humanidad por las Naciones Unidas, tal y como se hizo con la
Antártida.