Beatificación de Juan Pablo II en 2011.


(NT) - El 1 de mayo de 2011 en Roma había ambiente de fiesta, parecía materializarse el antiguo dicho: “Todos los caminos llevan a Roma”. Ríos de personas, de muy diversas nacionalidades, buscaban llegar a la Plaza de San Pedro, para atestiguar, desde uno de sus rincones, la beatificación de Juan Pablo II. Quienes no pudieron entrar a la Plaza de San Pedro tuvieron que conformarse con observar la ceremonia en una de las pantallas gigantes instaladas en las principales plazas de la ciudad.

Era la segunda vez después de su muerte que Juan Pablo II lograba reunir a tanta gente en laPlaza de San Pedro, la anterior fue en abril de 2005, en sus funerales, cuando las personas que abarrotaban la explanada, considerada el centro del catolicismo, levantaban su voz para pedir que se elevara a los altares: ¡Santo Súbito!

Culminaba ese 1 de mayo un proceso iniciado apenas un par de meses después de la muerte del "Papa Viajero", cuando su sucesor, Benedicto XVI, dispensó los cinco años que establece la legislación eclesiástica para abrir una causa (proceso) para elevar a una persona a los altares.

El milagro para declarar beato a Juan Pablo II se realizó en la persona de la monja francesaMarie Simon Pierre, que se curó de la enfermedad de Parkinson que padecía, sin que los médicos pudieran comprender cómo.



Ante una Plaza de San Pedro abarrotada inició el rito de la beatificación. Fue el cardenal Agostino Vallini, vicario del papa para la Diócesis de Roma, quien hizo a Benedicto XVI la petición formal de incluir a Juan Pablo II en el Catálogo de los Beatos. Durante la lectura de su mensaje, el cardenal Vallini hizo hincapié en la fe mostrada por Juan Pablo II:

"Una fe arraigada y fuerte, libre de miedos y compromisos, coherente hasta el último aliento, forjada por las pruebas, la fatiga y la enfermedad, cuya benéfica influencia se ha difundido en toda la Iglesia, más aún en todo el mundo”.

Otro aspecto importante que resaltó de Juan Pablo II fue el profundo amor que tuvo el papa polaco a la Virgen María. Añadió que siempre luchó por el ser humano, porque creía en los hombres y les mostró en todo momento apertura, confianza y cercanía. Luego de escuchar la petición y el mensaje del cardenal Vallini, Benedicto XVI pronunció la fórmula de beatificación:

"Nosotros, acogiendo el deseo de nuestro hermano cardenal Agostino Vallini, nuestro vicario general para la Diócesis de Roma, de muchos otros hermanos en el Episcopado y de muchos fieles, después de haber recibido parecer de la Congregación para las Causas de los Santos, concedemos que el venerable Siervo de Dios, Juan Pablo II, Papa, de ahora en adelante sea llamado beato y que se pueda celebrar su fiesta en los lugares y según las reglas establecidas por el derecho, todos los años el 22 de octubre”.

En su homilía Benedicto XVI resaltó el motivo por el que dispensó los cinco años para iniciar el proceso para elevar a los altares a su predecesor:

"Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento. Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato".

Había elevado Benedicto XVI a su antecesor a los altares, hecho que no se daba en la historia de la Iglesia desde la Edad Media cuando los procesos para elevar a los católicos al honor de los altares eran totalmente distintos: en aquella época existía la canonización directa por aclamación del pueblo.

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