(N24) - Una multitudinaria procesión cristiana portando palmas y ramos de olivo conmemoró hoy la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, contagiando un ambiente festivo con el que arranca la semana de la Pascua en Tierra Santa.
Entre cánticos y emotivos rezos y silencios, la marcha comenzó a primera hora de la tarde en la iglesia franciscana de Betfagé, situada en el Monte de los Olivos, desde donde descendió acompasada por hosannas y la percusión de tambores y panderetas, hasta la iglesia de Santa Ana, en la Vía Dolorosa de la ciudadela amurallada.
Armada con su guitarra y una gran sonrisa, Rocío también aportó su particular banda sonora al evento con canciones positivas coreadas por otros españoles y mexicanos.
“Es una alegría poder pisar el mismo lugar en el que él (Jesús) ha estado. No es algo que estemos oyendo en la iglesia sino que estamos viendo ahora, pisando por donde él pasó”, afirmó emocionada esta barcelonesa de 28 años que realiza un voluntariado de tres meses en Magdala, localidad de origen de María Magdalena.
Acompañados por un cielo despejado y un sol primaveral, pese a una inusual tormenta registrada a primera hora del día en Jerusalén, los fieles recorrieron junto a los monjes franciscanos de la Custodia en Tierra Santa los distintos pasajes narrados en el Evangelio hasta llegar a la antigua Jerusalén.
El padre Ibrahim Shomali, de la localidad cristiana de Bet Yala, inmediata a Belén, aguardaba en lo alto del Monte de los Olivos con precavida anterioridad la llegada de la marea humana de palestinos y peregrinos llegados de todo el mundo que asistió a una de las jornadas más festivas de la Pascua.
“Este día significa mucho para nosotros, porque es la entrada de Jesús en Jerusalén como un rey. Jesús es nuestro rey, llegó para darnos paz, amor y desafortunadamente (ahora) Jerusalén no tiene amor”, lamentó mientras portaba en una mano una palma y en la otra, la bandera de Palestina.
“Nuestra bandera palestina no tiene Estado, pedimos al mundo desde este sitio que recen por la paz, el amor y por Jerusalén, que no sabe del amor de Dios. Así puede conocer la justicia y el amor de todo el mundo”, pidió el religioso junto a una pancarta en recuerdo a las beatas palestinas María Alfonsina y María de Jesús Crucificado que serán canonizadas el próximo mes de mayo.
A diferencia de celebraciones del Domingo de Ramos tan arraigadas en países como España, donde es frecuente observar realistas tallas y una profusión de filigranas y artificiosas procesiones, en Tierra Santa la magia suele consistir en la unicidad de recorrer los mismos pasos que siguió Jesús de Nazaret, a veces con simples ramos, cruces de madera, cánticos o banderas.
Así lo siente Paqui, “reincidente” de Granada que repitió por quinto año el camino en una procesión en la que, asevera varias veces: “Siento alegría y paz”. “¡Qué venga, qué vengan!” invitaba a los cristianos a sumarse a los practicantes locales.
“¡Qué no tenga miedo la gente, ese es mi grito! Qué vengan, los cristianos de aquí nos necesitan, sin nosotros de fuera no son nada”, reclama desde la ciudad tres veces santa, en la que son usuales las denuncias de los cristianos palestinos sobre restricciones de acceso a los lugares de culto por parte de las autoridades israelíes.
Poco a poco y tras un lento desfile por los recovecos de una estrecha y pedregosa calle aledaña al Huerto de Getsemaní, donde Jesús acudió a orar en su última noche en libertad y a la Tumba de la Virgen, la multitud alcanza una de las entradas de la ciudad amurallada de Jerusalén al tiempo que los hosannas y campanas se funden con la llamada al rezo musulmán.
Cinco días antes de su condena a muerte, el Nuevo Testamento narra que Jesús entró en la ciudad entre alabanzas a lomos de un humilde pollino que nadie antes había montado para tamaño viaje.
En la aldea palestina de Betfagé, situada extramuros hace dos milenios, se encuentra la piedra gracias a la cual, según la tradición, Jesús se ayudó para montar en el animal y que marca hoy el origen del homenaje.
Las celebraciones de la Semana Santa en Jerusalén alcanzan su punto álgido el Viernes Santo, en el que una procesión recorre el Vía Crucis por la Vía Dolorosa rememorando la pasión de Cristo y sus últimas horas antes de ser crucificado en el Gólgota.