
Francisco celebraba una misa en la catedral Myeong-dong de Seúl pra la reconcilición entre ambas partes de la península coreana, dividida tras la guerra de 1950-1953. El Sumo Pontífice denunció "una experiencia de división de más de cincuenta años", y llamó a reconocer "que todos los coreanos son miembros de una sola familia y de un solo pueblo".
Los organizadores del viaje papal habían invitado a una delegación de Corea del Norte para que asistiera a la misa del lunes, pero las autoridades de Pyongyang la rechazaron. Organizadores señalaron que habría una representación norcoreana en las personas de desertores y aproximadamente 30 sacerdotes y monjas que recibieron su capacitación religiosa en el norte de la península pero se mudaron al sur antes de la guerra.
Durante la misa, el arzobispo de Seúl iba a entregar al pontífice una corona hecha con alambre de púas tomado de la zona desmilitarizada. "Que ellos puedan ser uno", dice la inscripción.
Reunión con 12 líderes religiosos
El papa Francisco se reunió este domingo en Seúl con una docena de líderes de diferentes religiones en su última jornada de una visita de cinco días a Corea del Sur.
El pontífice se citó en una sala de la catedral de Myeongdong con líderes de las dos principales órdenes del budismo -la religión con mayor número de fieles en el país- y con los del resto de religiones con presencia importante en el país, como protestantes, ortodoxos y confucianistas.
"La vida es un camino largo pero que no se puede caminar solo", comentó Francisco en un breve discurso a sus interlocutores, a los que agradeció el "gesto de caminar juntos como hermanos en la presencia de Dios" y les pidió que recen por él.
El encuentro comenzó con saludos e intercambios de palabras entre el papa y cada uno de los líderes, que le entregaron cruces y otros obsequios.
Tras la misa en Myeongdong tendrá lugar una ceremonia de despedida y el Santo Padre partirá de vuelta a Roma tras cinco días en Corea del Sur, donde ha llevado a cabo una visita que se considera histórica al ser la primera en 25 años de un papa a este país que alberga a 5,4 millones de católicos.