Polonia 1-1 Grecia.

Diario Marca
Hay personas, como hay equipos, que en los momentos de abatimiento se crecen. Aprietan los dientes, tiran de orgullo y le ponen pasión voltear una situación adversa y salir con la cabeza alta. Así es Grecia. Inmerso en la pesadilla de la crisis, otros países empiezan a rumiar el mismo destino, buscan en la Eurocopa una vía de escape, una mordaza que silencie a los económicos durante unas semanas. 

 Ante Polonia, los de Fernando Santos no fueron superiores en fútbol pero sí en pundonor y efectividad. Se levantaron al gol de Lewandowski en la primera parte, se aislaron en el momento oportuno del protagonismo del Velasco Carballo, del afán por los focos del colegiado español hablaremos después, y se tiraron a por el pastel en el tramo final del partido. Y es que el penalti fallado por Karagunis a falta de veinte minutos para el final es el único ‘pero’ del equipo heleno. Aunque la pena máxima errada por el futbolista del Panathinaikos no ensuciará su buena actuación. Él colorea a una selección lenta y horizontal. Parte de culpa de la metamorfosis griega también tiene la tiene Salpingidis, que hizo el tanto del empate, provocó el penalti y le anularon un gol por fuera de juego de Fortounis. 

 Y Polonia deja un sabor dulce por el juego pero amargo por el resultado. Su juego es rápido, su presión es asfixiante y su banda derecha es una caja de bombas que suele desactivar Lewandowski. Los tres del Borussia de Dortmund se bastaron para desquiciar a Grecia en la primera parte, pero el desgaste y el peso de ser anfitrión le pasó factura. Hubo unos primeros minutos de tanteo, los que se tarda en sacudirse los nervios del partido inaugural. Durante ese tiempo, Grecia se dedicó a mover el cuero de lado a lado. Pero cuando Polonia se enteró de dónde estaba, no más tarde de los cinco minutos de juego, sacó los colmillos para buscar el cuello de su rival. Las formas de Polonia eran las esperadas: hacer de la banda derecha una autopista de alta velocidad. Piszczek y Blaszszykowski cabalgaban a sus anchas hasta la línea de fondo rezando a la efectividad de Lewandowski. 

 La compenetración entre los jugadores del Borussia de Dortmund desquiciaba a un equipo heleno desbordado en defensa, impreciso a la hora de sacar el balón y encima dando la impresión de estar jugando una pachanga. Parecían esperar un gol caído del cielo. Y las jugadas a balón parado en la selección de Grecia es lo más parecido a la danza de la lluvia. Karagounis hacía de jefe tribal y Gekas le secundaba. 

 La primera asociación entre los dos helenos acabó con un testarazo desviado del delantero. Polonia respiraba ante la imagen de su oponente y siguió fustigando por la banda diestra hasta encontrar el merecido premio. No se salió del guión y en la enésima internada, ésta del lateral Piszczek, acabó en un centro que Lewandowski finalizó de forma espléndida picando el balón ante la extraña salida del meta Chalkias. Ni siquiera el tanto polaco envalentonó a Grecia, que no conseguía llegar al ritmo de su oponente y echaba en falta un timonel en la sala de máquinas. Sólo Karagounis mostraba algo diferente. 

 Velasco Carballo se convierte en protagonista Entonces se dejó de hablar de fútbol. Cuando el partido se equiparaba por el paso atrás de Polonia y la necesidad de Grecia, Velasco Carballo hizo acto de presencia para acabar con la emoción del partido inaugural. A falta de diez minutos para el ecuador del partido, Papastathopoulos vio la cartulina amarilla de forma rigurosa por apoyarse en Lewandowski. Al madrileño le pareció breve su protagonismo en el Estadio de Varsovia y diez minutos después acaparó los focos expulsando al central griego por una ¿falta? sobre Murawski. Por si fuera poco, en plena ebullición helena, Velasco Carballo continuó la ‘caza del griego’ amonestando a Holebas después de una posible mano de Perquis dentro del área. Salpingidis hace olvidar a Velasco El descanso tuvo un efecto balsámico en los nervios de los griegos. 

Fernando Santos les debió rogar que se olvidaran del árbitro español y se dedicaran a jugar porque la raza griega es impredecible. Impredecible e inagotable. Se crece cuando le dan por muerto y en Varsovia lo ejemplificó. Consiguieron igualar el partido en inferioridad numérica sin llegar a merecerlo, pero así fueron campeones de Europa en 2004. Salpingidis, que ocupó el sitio de Ninis tras el descanso, se aprovechó de un mal marcaje de Wasilewski y una mala salida de Szczesny para firmar la machada y silenciar el Estadio Nacional. Polonia no contaba con ese traspié y buscó el punto de apoyo para erguirse pero los griegos encontraron oro con la entrada de Salpingidis.

 El autor del gol del empate ponía cordura en la circulación y provocaba jaquecas en los rivales. Si no que se lo pregunten a Szczesny, que a veinte minutos para el final vio la cartulina roja por zancadillearle dentro del área. El del PAOK cedió el protagonismo a Karagunis pero Tyton, portero que suplió al del Arsenal, acertó al tirarse a su izquierda. Salpingidis no cejó en su empeño y cinco minutos después empujó el balón a las redes, pero Fortounis se encontraba adelantado antes de dar la asistencia. 

Los últimos minutos fueron de ida y vuelta. A Polonia le entró prisa y a Grecia le invadió la conformidad de un partido que no dejó totalmente satisfecho a nadie. Los anfitriones no dieron la talla en su debut y los griegos no apuntillaron cuando pudieron.

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