(AP) - Con inéditos enfrentamientos y gritos entre partidarios y detractores, dentro y fuera de la catedral de Osorno, asumió el sábado el nuevo obispo Juan Barros, visto por algunos como un encubridor del mayor cura pederasta de la Iglesia chilena.
Tras asumir, Barros abandonó la catedral custodiado por efectivos antimotines, mientras en las afueras unas 4.000 personas -muchas portando globos negros o vestidos de ese color en señal de luto- demandaban la renuncia del clérigo de 58 años. Simultáneamente, algunos conductores en caravanas de automóviles con pancartas también exigían su salida.
Las refriegas comenzaron con la llegada de Barros al templo, rodeado de sus partidarios. Varios manifestantes intentaron agredir al obispo y uno de los líderes de los laicos que rechazan al religioso, Juan Carlos Claret, debió interponerse para defenderlo.
"Es muy doloroso lo que pasó hoy día", dijo Claret a The Associated Press. "Las culpas son compartidas de ambos lados", añadió.
A pesar de que la catedral de San Mateo estuvo fuertemente custodiada por policías antimotines, decenas de detractores de Barros ingresaron al templo para exigir con cánticos y gritos la renuncia del nuevo obispo de Osorno, una ciudad 930 kilómetros al sur de Santiago. En la catedral había entre 400 y 500 personas, donde los partidarios del obispo portaban globos blancos y pancartas.
Ante el caos reinante, donde los gritos no dejaban escuchar la voz de Barros, que sólo pronunció unas frases religiosas en el momento de la consagración, cuando levanta la ostia, contó Claret a la AP. Tampoco hubo las tradicionales lecturas religiosas ni impartió la comunión, lo que acortó la ceremonia en unos 30 minutos.
Claret dijo que la refriega se trasladó a los pasillos del templo, donde se enfrentaron dos bandos, "algo que nunca debió ocurrir". En el interior los globos blancos y negros parecían competir.
A la ceremonia asistieron sólo 15 de los 35 obispos de la Conferencia Episcopal de Chile y una veintena de los 35 sacerdotes de la ciudad, y se ausentaron todas las autoridades de Osorno, además casi todos los laicos. Claret precisó que sólo cuatro de los 20 curas eran de Osorno y que los restantes fueron llevados desde la cercana ciudad de Temuco.
El nuevo obispo de Osorno es rechazado por las acusaciones de que encubrió abusos sexuales del peor cura pederasta chileno. Barros fue nombrado por el papa Francisco a pesar de conocer las críticas en su contra y el rechazo que despierta.
El papa se reunió con Barros hace algunas semanas y tras conversar con él, lo reconfirmó. Lo había designado el 10 de enero, lo que despertó de inmediato el rechazo en amplios sectores del país. El lunes pasado Barros emitió una carta en la que negó haber visto ni conocido los abusos del cura Fernando Karadima.
La ceremonia contrastó fuertemente con un acto similar en enero, cuando asumió el obispo en Arica, monseñor Moisés Atisha. La catedral de esa norteña ciudad chilena estaba repleta con más de 2.000 personas, incluidos el cardenal, el arzobispo de Santiago y el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Ezzati, así como sacerdotes, diáconos y obispos de todo el país.
Claret dijo que contra toda tradición, las puertas de la catedral estaban cerradas y los invitados a la ceremonia entraron por un costado del templo.
La idea de los detractores del obispo era manifestarse pacíficamente en el interior del templo, pero fueron reconocidos por partidarios del Barros y se iniciaron las refriegas y los gritos.
Añadió que continuarán oponiéndose a Barros porque no le "entregaremos la diócesis en bandeja".
Las críticas a Barros obedecen a su cercanía con Karadima, condenado por el Vaticano a una vida de "penitencia y oración" por abusar sexualmente de menores, manosear sus genitales y besarlos en las comisuras de sus labios. Los abusos duraron décadas, según falló la jueza Jessica González en el juicio penal que no condenó a Karadima, pese a probar los cargos, porque los delitos prescribieron por el paso de los años.
En declaraciones a The Associated Press el sábado, el periodista Juan Carlos Cruz -quien durante su adolescencia fue una de las víctimas de Karadima- criticó al papa por ratificar a Barros pese a que fue informado "por tanta gente que ha hablado con él, sabiendo de los expedientes que hay en Roma del caso Karadima, donde Barros está mencionado".
"Yo lo responsabilizó (al papa) y como decimos nosotros (las víctimas), estamos acostumbrados a las bofetadas de la jerarquía chilena, nunca nos habíamos esperado una bofetada de parte del papa", agregó.
Algunos especialistas en cuestiones religiosas señalan que la designación de Barros hace dudar de la política de tolerancia cero de Francisco con los religiosos abusadores sexuales y sus encubridores, mientras otros opinan que no ha habido denuncias concretas ni un juicio contra Barros, mucho menos una condena.
Tanto Cruz como Claret culparon a la Conferencia Episcopal por dejar solo a Barros. "Los obispos chilenos son una tropa de hipócritas, huyen como ratas" dijo Cruz, que también los responsabilizó de abandonar al pueblo de Osorno.
Las críticas al nombramiento de Barros provienen de todos los sectores de la sociedad chilena, incluido el ex presidente Eduardo Frei (1994-2000), obispos, sacerdotes y laicos.